El Manuscrito de San Florián

Conoce mi novela El Manuscrito de San Florián,
mi libro de poemas Todas las Vidas
y mi volumen de relatos Fotos de Ciudades que Amanecen

El rincón de las letras: Entrevista a Alfredo Piquer Garzón

Alfredo Piquer: "Para escribir es necesario un cierto bagaje cultural.  Escritura y cultura son sinónimos, son conceptos completamente imbricados."
 
 
Aunque piensa que la comparación con él sería un elogio inmerecido, yo creo que el poeta Pere Gimferrer es un estupendo punto de partida  para describir la poesía de Alfredo Piquer Garzón. Estamos ante unos poemas, en muchos casos,   plagados de referencias culturales – a la Historia, a los mitos clásicos, al cine, a la pintura… -  como los de Gimferrer, pero que no por ello caen en la frialdad, la pedantería o el elitismo. Por el contrario – como en los del genial poeta catalán – son esencialmente líricos, emotivos y cálidos.

Alfredo Piquer Garzón es coordinador del grupo de poesía del Círculo de Bellas Artes de Madrid (CBA), tertulia a la que personalmente tengo el orgullo de pertenecer. También es  un gran divulgador de la poesía, ya que organiza todos los meses los recitales “Odisea” en el café Libertad, situado en el madrileño barrio de Malasaña.

Profesor de Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid y artista plástico, intenta explorar las relaciones entre poesía y pintura.

Ambos compartimos una gran pasión por la Grecia Clásica. De forma que no es sólo compañero de viaje en mi peregrinar por la poesía y la literatura. También lo es siempre en mis homéricas rutas por las agitadas aguas del mar Egeo.

A parte de destacar nuestra amistad y mi gran aprecio personal  hacia él, quisiera  agradecerle, desde esta humilde entrada de blog, su apoyo en mis proyectos literarios con el que siempre he contado. Especialmente su ayuda inestimable en la promoción de mi primera novela, “El Manuscrito de San Florián”,  siempre dispuesto a echar una mano cada vez que se lo pedía. Además, si los dioses del Olimpo no lo impiden, será prologuista de mi próxima publicación, el libro de poemas, “Todas las Vidas”. Gracias, Alfredo.




 P. Tienes hasta la fecha tres libros de poesía publicados: “Paleografias”, “Mar sobre este altar” y “Memoria de naufragios”.  La temática es similar en los tres y, sin embargo, en mi opinión, creo que son algo diferentes estilísticamente.  Los dos primeros dan una sensación de escritura más espontanea, más descarnada, más directamente salida del corazón. Y el último, “Memoria de naufragios”, da una impresión de mayor trabajo, de mayor elaboración. ¿A qué es debido esto? ¿Se trata de una diferencia cronológica entre los poemas que componen los tres libros o es algo intencionado? Me gustaría que nos explicaras un poco el proceso de creación de tus libros y sus diferencias.
                                                                                                                                                    
R. Bueno, yo no lo veo exactamente así. El primer libro, “Paleografías”, es más retórico y creo que más ingenuo. Incluso yo diría que más grandilocuente. El último, “Memoria de Naufragios”, es un poco la combinación de poemas muy antiguos con poemas muy recientes. Digamos que más de la mitad del trabajo son poemas actuales, pero también eché mano de poemas viejos porque me parecía que las temáticas eran coherentes y tenían mucho que ver. Se produjo entonces una especie de simbiosis y eso es “Memoria de Naufragios”. Retomando tu pregunta, no sé si ha habido evolución. Me gustaría que la hubiera habido, pero en todo caso no fue intencionada.


P. ¿Cómo fue que “Mar sobre este Altar” y “Memoria de Naufragios” se publicaron con tan corto espacio de tiempo?

R. Esa es la razón por la que “Memoria de Naufragios” sea resultado de una combinación.
Yo acababa de publicar “Mar sobre este Altar” y ese mismo año me surgió la oportunidad de publicar “Memoria de Naufragios” con un editor que yo aprecio mucho y que creo que está haciendo una gran labor en favor de la poesía, que es Agustín Sánchez Antequera de la editorial Legados.  También, en dicha edición colaboró un grupo de internet que se denomina Netwriters. Me ofrecieron la oportunidad de publicar el libro y me puse inmediatamente a escribirlo y a elaborarlo. Y sí, evidentemente existe un trabajo de elaboración, pero también, como te decía, rescata poemas antiguos.

P. No obstante supongo que los poemas antiguos los reformarías de alguna manera…

R. No, no lo hice. De jovencillo pensaba que los poemas, para ser buenos, tenían que salir de una tacada. Si no se hacía así, no eran espontáneos y por lo tanto no eran válidos. Ahora pienso todo lo contrario: los poemas hay que trabajarlos mucho. Pero un poema que se ha escrito hace tres años, un año incluso, pienso que no tiene sentido cambiarlo. Un poema que tiene un mes, creo que sí se puede. Pero si se trata de un poema antiguo, pienso que hay que aceptarlo como es en toda su imperfección.

P. No sé si estarás de acuerdo en lo que voy a decir pero, en mi opinión, haces una poesía que podría definirse, entre otros muchos calificativos por supuesto, como poesía culta. Me refiero a que muchos de tus poemas están plagados de referencias culturales a la Historia, a mitos clásicos, al cine, a la pintura, al arte en general. También sueles utilizar palabras de uso poco común ¿Te identificarías con la afirmación que, en este caso hago  yo, de catalogar tu poesía como culta?

R. Te agradezco muchísimo el elogio, pero no es un a priori ni mucho menos. No existe un planteamiento previo en ese sentido. Lo que sí te diría es  que para escribir es necesario un
cierto bagaje cultural.  Escritura y cultura son sinónimos, son conceptos completamente imbricados. Lo que ocurre es que muchas veces, últimamente, no se produce de esa manera. Hay mucha gente que escribe y que no parte de ese bagaje que, en mi opinión, es muy necesario. Con respecto a lo que comentas del léxico, tampoco es intencionado. Es verdad que estamos acostumbrados a manejar un determinado tipo de lenguaje, pero no creo que esté utilizando palabras poco comunes. No pretendo ser jactancioso en ningún momento, pero creo que desde pequeños aprendemos un tipo de lenguaje y lo vamos desarrollando a lo largo de nuestra vida (o perdiendo en la peor de las circunstancias). Pero en todo caso, no es algo pretendido.

P. Nuestra común amiga y magnífica escritora Montse Cano, afirma que el uso de referencias culturales en las obras literarias puede convertirse en un arma de doble filo respecto a los lectores. Es decir, puede implicar y emocionar más al lector si es que conoce la manifestación cultural a la que nos referimos, o puede alejarlo completamente si es que no la conoce. Sin embargo, ella afirma que esto no le preocupa y que suele acudir a este recurso para buscar una posible complicidad con un lector que sepa de qué está hablando. ¿A ti te preocupa esto? ¿Temes o has temido alguna vez que algún lector o lectora se aleje de alguno de tus poemas por no conocer las manifestaciones culturales a las que haces referencia?

R. Como te he comentado, ni la temática ni el léxico es intencional, por lo tanto no me preocupa. Si cambiara los términos o cambiara los temas no escribiría los poemas. Seguramente una misma temática se puede escribir de muchas maneras, la prueba está en que muchos autores han coincidido en temas determinados y los han interpretado de manera diferente, con distinto lenguaje y estilo. En mi caso te diría que no me preocupa, y no en el sentido del elitismo.  El poema surge de manera espontánea y yo lo doy por bueno, lo doy por malo o lo doy por regular y ya está. En todo caso, me hago eco de la opinión de Montse Cano.

P. En tu libro “Mar sobre este altar”  tienes un poema dedicado a Pere Gimferrer (“Y si arde el mar”) que es un poeta que a mí me encanta y al que he leído bastante. Lo cierto es que no lo había pensado hasta que leí tu poema, que por cierto me encantó, pero observo muchas similitudes entre tu obra y la de Gimferrer. Además de la proximidad generacional, aunque tú eres más joven, los dos utilizáis el recurso de las referencias culturales, los dos sois terriblemente románticos, a los dos os fascinan los ambientes decadentes como, por ejemplo, Venecia. ¿Qué pensarías si un crítico literario se refiriera a Alfredo Piquer como el Gimferrer madrileño?

R. Efectivamente el título del poema y su cita correspondiente pretenden hacer un homenaje a Gimferrer y a su libro “Arde el mar”. Es un libro solemne. Muchos autores se limitan al aforismo o a la greguería ingeniosa; otros piensan que se puede escribir un poema por ejemplo sobre un objeto cotidiano. Yo por supuesto respeto estas actitudes, pero no las comparto en absoluto. La poesía puede ser un himno, puede ser una elegía  o puede ser lírica, pero desde luego para mí, la poesía debe ser solemne. Debe ser sacra. Y la poesía de Gimferrer lo es. Pero esa comparación con Gimferrer, aparte de impensable, me parecería un elogio inmerecido. Pero bueno, si hay algún tipo de punto en común, la ventaja es para mí.

P. Y siguiendo con este tema. ¿Qué otros poetas crees que han influido en tu obra?
 
R. No es fácil responderte porque para que un poeta te influya tienes que haberlo leído
mucho. Tienes que haber hecho una lectura especial, detenida y haber escrito cosas a continuación más o menos espontaneas. Y esto no siempre sucede. Yo soy alguien que empezó a escribir de jovencillo; que abandonó la escritura y que la retomó más adelante. Así que respecto a mis influencias de juventud, yo citaría a Aleixandre, a Neruda, a Vallejo, a Hernández, a Blas de Otero... Yo pasé por la facultad de Filosofía y Letras en los años 70 y fueron tiempos de gran efervescencia: el final de la dictadura y el inicio de la democracia, tiempos por lo tanto de gran inquietud política y cultural. De más adulto te diría que  Cernuda. Aunque suene raro, para mí Cernuda fue un descubrimiento de adulto, esencial por otra parte. También te hablaría de un poeta canario consagradísimo, pero poco conocido que se llama Jorge Justo Padrón. Es un poeta enorme, está a nivel de Neruda en mi opinión. Y también he realizado otras lecturas de poetas más locales y tampoco muy conocidos, pero que también me parecen buenísimos como Santos Domínguez de Ramos que es un poeta extremeño o Diego Jesús Giménez, tal vez por la temática y el estilo. Y también me gusta mucho un poeta costarricense que se llama Laureano Alvar, que estuvo un tiempo viviendo en España y que ha vuelto a Costa Rica.

P. Hablemos ahora de los mitos clásicos griegos, tan presentes en tu quehacer poético. Creo que muchas veces en la tertulia del Círculo, nos has tratado de explicar, y corrígeme si me equivoco, que tú lo que pretendes es utilizar el mito clásico como un medio para hablar de ti mismo y de tus obsesiones vitales. Y esto yo, personalmente, lo veo bastante claro, por ejemplo, en el poema dedicado a Prometeo del libro “Memoria de naufragios” (“Fue en un tiempo de dioses y titanes…”) en el que utilizas el famosos mito clásico para hablar de un desengaño amoroso ¿Estaríamos pues ante una poesía de pretensiones esencialmente líricas? 

R. Yo querría que fuera así. Hay muchos tipos de poesía, pero para que lo sea de verdad,
debe existir un ingrediente lírico. Sin embargo, se ha dicho que mis poemas son algo épicos, algo grandilocuentes, tal vez por lo que ha comentado, por los temas, las metáforas, el lenguaje… aunque la verdadera intención es otra. Creo que esto queda en gran medida de manifiesto, pero no dejo de echar de menos, a veces, en mi caso, una poesía más intimista, más imbricada en lo cotidiano, incluso algo más coloquial… Creo que hay que retarse, estar abierto a escribir en otras claves y estilos; pero por otra parte creo que es importante también esa cierta dosis de coherencia con uno mismo: no tratar de forzar las cosas para ser quien en realidad no eres. Por otra parte  me gustaría decir que una cierta madurez en poesía se manifiesta cuando se sale de la primera persona, aunque siempre exista una proyección personal. En esa medida, el poema puede ser más universal, más objetivo. La gente suele decirme “es que tú escribes sobre los dioses…”. No, mentira. Estoy escribiendo sobre mis obsesiones vitales.

P. ¿Y en esa elección de un motivo como disculpa, hilo argumental o como quieras llamarlo por qué precisamente el mito clásico griego? Háblanos por favor de ello.

R. Desde muy joven tuve pasión por la arqueología. Después, esa licenciatura en Historia Antigua… Creo que el mito griego es el patrón, el esquema donde se establecen las premisas o directrices de toda la cultura de occidente. De él parte la ciencia, la filosofía, el arte… Y por supuesto la literatura. Qué duda cabe que la cultura griega nos ha formado culturalmente y que su influencia llegará mucho más allá de nuestra época… Pero qué duda cabe también de que el mito griego habla de una problemática humana que es eterna. Esto, por supuesto, no es exclusivo del mito griego, también se puede encontrar por ejemplo en  los cuentos de Grimm o de Andersen.

P. Sí es cierto lo que dices de los mitos griegos responden a una problemática universal. De hecho Freud, para hablar de los problemas psicológicos humanos, utiliza el mito griego.

R. Sí, está claro. Lo cual refuerza todo lo que decimos...

P. Pero vamos con otra pregunta. Tu actividad como artista plástico se refleja en tu poesía en tus evocaciones concretas  a obras de la pintura y del arte en general, así como en muchas de tus imágenes, en las que haces referencia a elementos arquitectónicos para describir paisajes naturales o estados de ánimo. ¿Hay algo más de tu trabajo como artista plástico que creas que te ha influido a la hora de escribir?

R. Te voy a contar una anécdota. En cuanto empecé la carrera de Filosofía y Letras me planteé  muy racionalmente – lo recuerdo a la perfección – si poesía o plástica. Allá por el año 98 yo recordé que había escrito poesía y pensé que debía volver a intentarlo… Yo la plástica es algo que no abandono. Como profesor de Bellas Artes, siempre aprovecho la oportunidad cuando se presenta de hacer una exposición en las magníficas salas del Jardín Botánico de la Universidad Complutense. Recuerdo que en la última -"Memoria de Naufragios"- intenté hacer una simbiosis entre plástica y poesía. No era algo fácil, porque yo pintando soy muy abstracto. Así que titulé los cuadros con fragmentos de poemas de forma totalmente literaria. ¿Qué tenían que ver los poemas y los cuadros? Yo creo que los sentimientos comunes que los habían motivado, lo que evocaban mentalmente incluso afectivamente. Esos cuadros podían ser asociaciones subjetivas entre plástica y poesía.

P. Hablemos ahora del mar, tan presente en tu poesía. Creo que en tu obra aparece en tres aspectos fundamentales: como elemento cultural, ligado a los mitos y a la civilización clásica; como elemento natural, ligado a una idea de suprema belleza, y como elemento simbólico de múltiples significados: la muerte, la soledad etc. ¿Cuál de estos tres aspectos crees que es más relevante para ti y tiene más importancia en tu obra poética?

R. Para ser un hombre de asfalto y de tierra adentro, el mar me fascina. Por supuesto, en
los tres aspectos que has comentado. El mar es una gran metáfora. Es, a mi modo de ver, La Metáfora. Es la imagen del absoluto. Y en tanto en cuanto a absoluto, es la soledad, es la muerte… como diría Jorge Manrique. También, por supuesto, como elemento cultural. El mar es el ámbito de los mitos de la odisea homérica, el ámbito del naufragio… El mar es todo eso y también esa idea absoluta de la belleza. Y todos esos aspectos aparecen en los poemas. Creo que lo has explicado bien.

P. Me ha gustado especialmente el poema “Tenía un aura oscura...” de “Mar sobre este altar”, en el cual Ulises, que añoraba su patria cuando estaba en el mar, una vez en Ítaca, vuelve a sentir nostalgia de su emocionante vida anterior de marinero errante. Creo que en él, tal vez sin proponértelo,  haces una reflexión muy interesante sobre la condición humana.  ¿Crees  que los seres humanos somos tan contradictorios como para desear una cosa y a la vez la contraria?

R. Sí, pero en el fondo creo que no hay contradicción. Tendemos a simplificarnos demasiado y en realidad no somos tan simples. Y hacemos esto porque nos imponemos patrones adquiridos o impuestos. La moral, no en términos absolutos pero sí en términos subjetivos: la religión, las normas sociales… A estas alturas, no nos conocemos fisiológicamente ni tampoco psicológicamente hablando. Entonces, lo que nos imponemos a nosotros mismos no nos hace felices y, en el transcurso de este viaje, tal vez en alguna ocasión descubrimos la felicidad y, con ella, otras identidades que no hemos asumido, pero que tienen más que ver con lo que somos y nos hacen más reales; pero que dejamos pasar o soslayamos porque continuamos manteniendo esas rutinas o ese auto convencimiento de que las cosas deben ser como pesamos o tenemos asumido que son.

P. Por último, háblanos de tu actividad como coordinador del grupo de poesía del Círculo de Bellas Artes y cómo organizador de los recitales de Odisea. ¿Qué te resulta más gratificante de esta labor? ¿Qué es lo que menos?

R. Bueno, en el CBA son ya un montón de años. Llevo desde 2001 y como coordinador del grupo de poesía desde 2004. Además de otras actividades, hemos hecho más de 50 recitales, así como otros tantos que hemos realizado en bibliotecas de la Comunidad de Madrid. En cuanto a Odisea, me satisface la posibilidad de convocar poetas, de aunar voces – tanto voces consagradas como voces nóveles – y luego la magia y el clima que afortunadamente se crean. El otro día mi amigo, y también gran poeta, Rafael Soler me escribía “Tu Odisea de todos”. Y eso es un elogio como la copa de un pino.




TENÍA  UN AURA OSCURA...
 
Tenía un  aura oscura de escondido oleaje,
la que balanceaba mis restos sumergidos
con el tenue vaivén   de su caricia
salobre y submarina,
y cabalgaba blanca y  arrebatada
como una ola erguida sobre mi sexo
inmerso en el líquido abismo de su entraña .
Y era su aura de sombra  ancestral y marítima
la que mecía el pecio hondo y azul
de mi naufragio como algas que danzasen
con canto de mareas  al fondo de su océano.
 
Yo recordaba Itaca y sus costas abruptas
y el inclemente suelo de su lar desolado.
Anhelaba la patria mientras cruzaba el mar
y  llegaba a su costa terrestre y áspera,
sólida y calcinada de la  desesperanza
que retuerce los troncos de los viejos olivos;
y entonces empezaba este  otro destierro
de añoranza del mar  y su  terrible herida
salobre y submarina y su oleaje
blanco y arrebatado perdido para siempre
que ahora  mece  al fondo de su océano
con su lenta caricia  otro naufragio.
 
 
 
Alfredo Piquer Garzón,
del libro "Mar sobre este altar", Ed. Vitrubio (2012)
 

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